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| Historia |
「 Un día cualquiera, una gota de sangre cayó del cielo. Nadie sabe a quién se le cayó esta gota... Leyendas especulan que se trataba de una criatura alada.
Esta gota de sangre sobre una bonita flor cayó. Al cabo de una media hora, esa misma flor se había podrido. Pero oh... Otra media hora pasó, y esa misma flor había parecido renacer. Ahora tenía un color rojo mucho más intenso en sus pétalos.
Era un color tan tan tan tan bonito, que en cuanto una niña que días después pasó por el campo la vio, esta no dudó dos veces en arrancar esta flor de su lugar para llevársela a casa.
El problema fue que se le cayó a mitad de camino, lástima. En la mitad de la urbanización. Concretamente, al lado de un callejón... Donde las ratas merodeaban. Y qué mala suerte tuvo una de ellas de comenzar a mordisquear curiosa los llamativos pétalos de esa flor. ahora esa gota de sangre había entrado en su organismo, y cuando llegó la noche, toda la sangre de su pequeño cuerpo había sido corrompida. Sus diminutos ojitos pasaron a desprender un color rojo intenso.
Vaya vida, la de una rata. Buscar basura, escapar de depredadores, intentar subsistir entre tanta escoria... Así pasó viviendo esa sangre que manejaba el cuerpo del roedor bastantes días, hasta que lo inevitable pasó. Una gata negra atrapó a esa rata de ojos rojos y la devoró. Quién iba a decir que al cabo de unas horas se sentiría tan mal y empezaría a tener convulsiones... Hasta que, finalmente, su sangre salvaje sucumbió a la voluntad de esa gota.
El gato negro de ojos rojos vivió una vida algo mejor que el de esa rata. Lo malo es que, conforme pasaba el tiempo, esa gota de sangre que consciencia propia tenía, cada vez se volvía más y más pendenciera. No estaba aprendiendo lo que era la buena vida o una vida digna, como sus padres habrían querido. Fue así, al menos, hasta que esta gata negra encontró una familia a quien tan dulce y adorable les pareció este gato callejero por sus hermosos ojos de color rojo intenso. La gota de sangre aceptó tal destino en el momento que le pusieron un bol lleno de comida delante y el estómago de su cuerpo-recipiente dejó de rugir.
Varios años pasó esa gata negra integrada en la distinguida familia Blutton. Y gracias a eso, nuestra gota protagonista pudo aprender nuevos valores. El valor de la familia, de las relaciones y del buen hacer, dejando atrás esa vida callejera que tan pendenciera y huraña la estaba volviendo. Por fin... Por fin estaba disfrutando de una vida de verdad, aunque fuera en calidad de un animal que antes fue salvaje. De agradables y afectivas compañías gozó. Quería a la madre, al padre y al hijo mayor, y el bebé que llegó poco después de su llegada, también. De hecho con este bebé era con quien más jugaba; tenía los ojos tan rojos como los suyos, casi. Este bebé creció hasta volverse una niña. Se llamaba Rachelle. Rachelle y ella, ella y Rachelle. Se volvieron íntimas amigas. Jugaban tooooodos los días, ella le acariciaba la barriga y pasaban mucho tiempo juntas.
Al menos, hasta que Rachelle creció un poco más. Al pasar 12 años de su nacimiento... Empezó a estar más tiempo fuera de casa, siendo sus amistades humanas imperantes en su vida. La gota que había dentro de la gata negra empezó a odiar esto. La envidia y los celos empezaron a consumirla por completo. Hasta que un día decidió dar un paso muy macabro.
La gata negra esperaba en el alféizar de la ventana de la habitación de Rachelle aquel día. Esta volvió a casa acompañada de una de sus amigas... Ahí fue cuando ella actuó. Ágil como la felina que era bajó a tierra para seguir a esa individuo cuando ya dejó a Rachelle en su casa y ya estaba volviendo a la suya propia. A mitad de camino... la sangre del gato negro salió de ese recipiente, dejando el cuerpo felino inerte en unas hierbas altas, y atacó el cuerpo humano de esa muchacha de 12 años cuando menos se lo esperó y asegurándose de que nadie pudiera acudir a ella en esos instantes. Esa amiga de Rachelle sentía que se ahogaba cuando la sangre entró por una pequeña herida que se hizo en la pierna aquel día. Quería gritar, pero no podía... Era una sensación atroz. Notaba perfectamente cómo estaban invadiendo su cuerpo. Cerró los ojos con fuerza y se arrodilló en el suelo, llevándose las manos al cuello. No quería... No quería, no quería no quería no quería no quería, ¡No quería no quería no quería no quería no quería!
¡¡NO QUERÍA!!
. . .Y así a esa sangre extranjera de su cuerpo expulsó.
La gota de sangre no lo entendía. ¿Qué...? de pronto volvía a estar en el suelo y se sentía como si tuviera cuerpo y hubiera sufrido una contusión. Lo que pudo percibir cuando ya volvió un poco en sí, fue que esa chica a la que intentó atacar estaba huyendo del lugar corriendo y totalmente atemorizada. ¿Cómo había sucedido eso? ¿¡Por qué no había podido poseer ese cuerpo!? Ahí se dio cuenta de que, por lo visto, tratar de poseer un cuerpo vivo cuya voluntad fuera sobresaliente, era una tarea ardua a la que esta gota todavía no podía llegar... De modo que con su sangre volvió hasta el cuerpo de ese gato negro y, derrotada, a su hogar volvió. Se tendría que conformar con la vida que ahora estaba teniendo... Y Rachelle seguiría estando más junto a esas humanas a las que la gata negra tanta envidia tenía, y a las que jamás podría controlar para convertirse en una humana que fuera la mejor amiga de su amada Rachelle.
...
Qué lástima...
El tiempo pasó. El organismo de su recipiente felino estaba comenzando a sufrir los gajes de la vejez. Era el vigésimo Abril que la que por siempre sería su amada amiga Rachelle estaba viviendo. Y la gata anciana celebraría esta experiencia con todo el amor del mundo ahora que la chica rubia había madurado... De no ser por cierto discrepante. Y es que la joven hija de los Blutton se hallaba en un camastro echada, a la espera de que su final llegara a costa de una terrible enfermedad terminal que los médicos de esa época jamás llegaron a identificar.
No. La gata negra no quería que Rachelle muriera antes que ella. No quería verla morir... No... Sobre el lecho de esa persona tan querida descansaba ella también, a su lado, dándole calor con la temperatura de su propio cuerpo mullido y lleno de suave pelaje. Rachelle acariciaba con debilidad su lomo...
"Eh... bonita... Creo que te debo unas disculpas."
El felino anciano alzó su cabecita para que sus orbes rojos de pupilas rasgadas quedasen clavados sobre la fémina humana.
"De esta casa soy yo la que más te debió dar amor en esta vida. Ahora l-las dos nos morimos... ¿No es bonito eso? He leído muchos poemas que hablan sobre el amor a la muerte y... y... me gustan..."
Y así pasaron toda esa noche una recitando poemas que hablaban sobre la muerte, y la otra escuchándolas con toda la atención del mundo. En esa última noche.
Al día siguiente encontraron a las dos amigas inmóviles sobre el camastro. Habían fallecido. ¿Cuál de las dos había muerto antes...? ¿Había cumplido la gota de sangre su deseo de morir antes para no tener que soportar algo como ver morir a lo que más significó para ella en toda su vida desde que cayó del cielo como si de una simple lágrima roja se tratara?
Esa acogedora y cariñosa familia Blutton efectuaron una honorable ceremonia de partición al Más Allá para las dos amigas, tanto para su querida hija como para la gata que tanto la quiso. Fue algo que esa gata habría agradecido en vida... No le habría gustado que la tratasen por menos aunque solo se tratara de un animal. Esa familia que llegó a considerar suya se merecían el mundo y más para ella.
Ahora los acontecimientos nos llevan a una escena donde marido, mujer e hijo mayor están llorando ante el ataúd que de busto hacia arriba queda abierto para esa fallecida que recientemente había cumplido los veinte años de edad. La tragedia de la familia... La por todos querida Rachelle Blutton había dejado el mundo de los vivos.
Esa misma Rachelle Blutton fue la que ahí mismo abrió los ojos delante de los presentes.
Y gritos fueron lo que se escuchó cuando esta del ataúd su busto alzó. Sujetaba las rosas rojas que habían dejado sobre sus manos. Luego de mirar con esos ojos rojos de felino a los presentes, bajó la vista hacia las flores, y las olió... El olfato de los humanos no era su punto fuerte, pero tampoco estaba mal. Procedió a salir del ataúd... Qué sensación más extraña.
"...Madre...padre... Osvaldo, hermano. E-estoy bien."
Les sonrió.
El Milagro de la familia Blutton se hizo conocido en toda la región. La chica era fuerte y vivaz, aunque los integrantes de dicha familia la notaban algo cambiada. No obstante... Estaba claro que era ella. Les recordaba a todos, seguía haciendo lo que Rachelle siempre hizo y a pesar de que su actitud a veces fuera muy distinta a la que siempre conocieron, era cierto que hacía las cosas que ella siempre hizo antes de su propia tragedia terminal. Pero, al cabo de unos meses del acontecimiento milagroso, se le notaba distraída... Distante, apagada. Desmotivada por vivir.
Y es que la gota de sangre que ahora había tomado el poder de la fallecida y que a su vez había adoptado el nombre de su mejor amiga Rachelle, había descubierto algo nuevo después de todo eso.
"¿De qué sirve la vida?
La vida acaba, nosotros acabamos, y no podemos hacer nada por ello. Y no quiero eso para Rachelle..."
Se acarició su propia mejilla mientras por la ventana miraba. ¿Estaba... Hablando con ella misma como si estuviera hablando con la misma Rachelle?
"No puedo hacerle esto, ¡no, ella debe existir para siempre! Para siempre... ¡No puedo hacerle esto!"
Estaba ciertamente desquiciada con el tema. Entonces recordó aquel día en el que no pudo poseer a esa humana viva... harían ya unos 8 años... ¿Hasta dónde podía llegar su poder con la sangre? Nunca se había parado a pensarlo.
¿Y sí podía ayudar a Rachelle con sus poderes?
Fue este mismo pensamiento lo que la motivó a... Llevar una vida completamente distinta. Una vida de entrenamiento, una vida de exploración. Aprendió que podía manejar la sangre de su propio cuerpo... Y que eso era a su vez peligroso. Con el tiempo aprendió a tener cuidado con ello... Aprendió varias cosas.
Por su parte, la familia no sabía nada de esto, pero al mismo tiempo estaba atónita. Perpleja por, ahora sí, los inmensos cambios que la persona que conocían por Rachelle Blutton, estaba presentando. Y un día cualquiera recibieron una noticia horrible por parte de la propia Rachelle. Esta decía que viajaría. Que iría a conocer mundo, que iría a aprender de la vida de más allá de su hogar. Los padres siempre supieron que sus hijos se independizarían... Y que era el momento oportuno tanto para su hijo como para su hija, sí... Pero en el caso de su hija, algo les daba mala espina. La verdad es que lo que ella quería era descubrir hasta qué punto podían llegar sus poderes para poder salvarse y salvar ese cuerpo de su amiga que con tanto mimo poseía... Poder darle la inmortalidad.
Así pues, al final con la suya se salió, y por los confines de esas tierras a viajar comenzó. ¿Con qué se encontraría la usurpadora de Rachelle Blutton en ese viaje? Seguramente, lo primero que hallaría sería la motivación por quedarse con esa identidad para siempre.
. . .(tiempo después). . .
. . .
Nirvana. . .
Aquello que se cuenta. . . No es lo que parece.
¿Rachelle Blutton. . .? Jamás volverá ese nombre.
¿Por qué no nos adentramos. . . a conocer al verdadero monstruo?
Un vientre rebanado por un cuchillo. . . La gota de sangre de un feto destruido cae del cielo. . .
Y unos pétalos de flor mancha.
Sabiendo tras tanto tiempo el maleficio que su existir implica. . .
Ahora The Bloodegar emerge de su guarida.
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